El pasado 16 de abril del 2010 contamos con la presencia en nuestra mesa del Dr. Luís Montes, tras departir una conferencia coloquio en el CLUB INFORMACION. En la cena seguimos profundizando el debate sobre EUTANASIA y su abordaje Bioético. Os condensamos algunas de las conclusiones del citado acto.
Uno de los debates ciudadanos que aparecen intermitentemente y que forman parte de nuestra actualidad es el de la libertad de decisión ante la muerte, sea de forma personal o por acuerdo de aquellos que nos rodean ante los momentos previos del final de nuestra vida, máxime cuando esto sucede con dolor y en la mayoría de los casos en unas condiciones contrarias a la dignidad humana.
Es eutanasia todo acto u omisión cuya responsabilidad recae en personal médico o en individuos cercanos al enfermo, y que ocasiona la muerte inmediata de éste con el fin de evitarle sufrimientos insoportables o la prolongación artificial de su vida. Del mismo modo el concepto de dignidad humana se invoca tanto para defender la eutanasia como para rechazarla. Así, para los defensores de la eutanasia, la dignidad humana del enfermo consistiría en el derecho a elegir libremente el momento de la propia muerte; para sus detractores, la dignidad humana obliga a oponerse a la eutanasia, por considerarlo una arbitrariedad humana frente a un problema moral, fundamentado en la religión, para quienes la elección de la muerte es una decisión exclusivamente divina. Evidentemente, tras este uso equívoco del término dignidad humana subyacen distintas concepciones del individuo, de la libertad, de la ciencia médica y del conjunto de los derechos humanos.
Tanto la eutanasia activa como la pasiva se vienen practicando desde tiempos inmemoriales. El problema se ha exacerbado recientemente porque la ciencia y la tecnología modernas nos permiten prolongar la vida en estado vegetativo. Es precisamente el tremendo progreso de la ciencia moderna lo que nos ha llevado a este dilema moral. La verdadera pregunta no es si deberíamos dejar morir a una persona sino si deberíamos permitir que se la mantenga viva. En ambos casos estamos interviniendo en procesos naturales. Con todo, es preferible que esta decisión permanezca en el ámbito privado, pero considerando que pueden existir malos usos y abusos, la sociedad se debe comprometer para que nadie se exceda de los derechos de las personas y viole el derecho a la vida. Por lo tanto, necesitamos elaborar una mayor protección legal basada en la defensa de los derechos individuales, y establecer y registrar dicha expresión sobre la última voluntad en un documento de instrucciones previas, el conocido testamento vital, que evitaría conflictos, como el encarnizamiento terapéutico, que no contribuyen a mantener una calidad de vida y de muerte.
XAVI
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